miércoles, 16 de julio de 2014

La ruta del Preikestolen

Llegué a Stavanger temprano, sobre las 10 de la mañana, después de un viaje de algo más de 2 horas en bus desde Haugesund. Y aunque pueda parecer que tenía tiempo de sobra para disfrutar del plan del día, no era así en absoluto, ya que quería ir ese mismo día al Preikestolen, y como veréis, eso requiere tiempo si dependes del transporte público.

Lo primero fue ir al hotel a dejar al menos la maleta, ya que todavía no podían darme la habitación. Y de ahí, a la oficina de turismo para que me informaran un poco sobre los horarios y combinaciones para llegar a la dichosa roca.

Uno de los puntos más cómodos para ir al Preikestolen es Stavanger, sí. Pero la salida de la ruta se encuentra en un camping, y primero hay que llegar allí. Para ello hay que ir al puerto en Stavanger, y montar en el ferry hasta Tau. En el propio ferry se puede comprar el billete ida y vuelta, así como el transporte en bus que lleva desde el puerto de Tau hasta el camping donde se encuentra la salida de la ruta. Bastante cómodo, la verdad. 

En el puerto de Tau

Lo malo es cuadrar los horarios, ya que el ferry tarda un rato, el autobús no es que esté precisamente esperando a que llegue para salir (de hecho nos tocó esperar un buen rato, unos 30-40 minutos), luego hay que llegar al camping, hacer la ruta de unas 2 horas de subida y otras 2 de bajada, y repetir al contrario, teniendo en cuenta que el último bus salía del camping sobre las 18, si no me falla la memoria.

Afortunadamente, todo fue bien. Una vez en el camping, los primeros carteles ya indicaban la ruta, y las primeras rampas se dibujaban delante. Por suerte, no todo el camino es igual, y hay varias zonas de pendiente más llana y sitios para reposar un poco las piernas. Es aconsejable también llevar comida y bebida, ya que la ruta es larga y seguramente pille en horarios de comida. Y por supuesto calzado cómodo, nada de zapatos (que alguno y alguna había por allí...).

Preikestolen Vandrerhjem, punto de partida de la ruta




Las vistas son impresionantes, desde luego. La subida al Preikestolen merece la pena no únicamente por el destino, sino por el bonito paisaje lleno de pequeños lagos y vegetación que aparece en cada esquina según sigue uno subiendo por el camino.

Y es que los paisajes del fiordo de Lyse son para dejarte sin palabras, pintorescas estampas que empiezan a aparecer aquí y allí, ganando en espectacularidad a medida que continúa el ascenso. La suerte que tuvieron los noruegos cuando les tocó el reparto de paisajes es de otro mundo..., aunque entiendo que para vivir allí día a día, acostumbrados a nuestro ritmo, puede ser frustrante. Pero a todo es acostumbrarse.






Tras casi dos horas de subida, y cuando ya tenía las piernas pidiéndome clemencia para hacer un descanso que les había negado en toda la ruta, la ascensión paró. La meta estaba a la vuelta de la esquina, así que ya sólo faltaba un último esfuerzo más.





Y allí estaba, esa imponente mole de piedra que sobresale del fiordo, con una grieta que lo corta de lado a lado, y una caída de más de 600 metros hasta el agua que tantas veces había visto en fotos. Uno de esos lugares que siempre he tenido en esa interminable lista de sitios que visitar. Y ahí te encuentras, sin palabras.

No había demasiada gente, lo que fue bueno. Sí que hacía un viento tremendo, tanto que me daba bastante reparo acercarme mucho al borde, así que unido a mi miedo a las alturas y prudencia habitual, provocó que no hubiera foto haciendo el moñas al borde de la roca o con los pies colgando. Imposible para mi. Pero no hacía falta, ese rato en la cima fue uno de mis mejores momentos de este viaje por los fiordos noruegos, y eso que hubo varios.





Al final, tienes que obligarte a regresar, bajar de la montaña y buscar de nuevo ese autobús que te lleve de vuelta a la ciudad, para descansar de la ruta. Así que tras un pequeño descanso para comer algo, y tras un descenso a lo Indurain por un camino de cabras por el que jamás pensé que podría pasar, acabé de vuelta en el punto de partida.





Bus al puerto, a por el ferry, y barco de vuelta a Stavanger. ¿A descansar? Je, todavía no, que había que dar un paseo al menos por la ciudad, ya que al día siguiente tenía que coger dos aviones para volver a España, y quería al menos conocer un poco las calles de esta ciudad, una de las más importantes del país...

2 comentarios:

  1. Madre mía, dos horas para subir... ¡Qué cansancio! Pero imagino que si vas despacio y también mentalizado no se hace pesado. El paisaje y la vista final compensa, ya lo creo.

    A mí me daría reparo también acercarme mucho al borde. Y si hacía mucho viento, pues aún peor... Suerte que no llovió. ¡Las fotos son preciosas! Un lugar idílico, sin duda.

    Eso de encontrarse personas llevando zapatos en un lugar así es increíble. Yo también me fijo siempre cuando subo a alguna montaña. En Montségur encontré a algunos con zapatillas de verano...

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  2. Sip, son dos horas de media, a un ritmo normal. Yo tardé un poco menos y lo pagué ya casi llegando al final, que tenía las piernas destrozadas xD Pero las vistas lo van compensando con creces, y más si uno hace descansos en algunos puntos.

    Afortunadamente no llovió. Si no la subida (y sobre todo, bajada) podría haber sido más lenta porque hay muchas zonas que hay que caminar sobre piedras, y si están mojadas te juegas una buena torcedura de tobillo. Y eso con buen calzado xD Yo no sé en qué piensa la gente cuando va con zapatos y zapatillas de verano a estos sitios xDDDD

    Muchas gracias por pararte a comentar :)

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