martes, 15 de mayo de 2012

Santillana del Mar

Santillana del Mar es un pequeño municipio cántabro y uno de los atractivos turísticos más importantes de la región, al situarse en las cercanías la famosa Cueva de Altamira. Sin embargo no fue la cueva el motivo de mi visita a este pintoresco pueblo, sino el pasear un rato por sus calles. Y es que Santillana del Mar, la villa de las tres mentiras (ni es santa, ni llana, ni está en el mar), presenta un casco histórico en un excelente estado de conservación.

La presencia de la Cueva de Altamira ya demuestra que las cercanías del lugar estuvieron habitadas desde hace tiempo. No se ha encontrado sin embargo ninguna información sobre algún posible núcleo de población es lo que es la actual villa, aunque sí se han encontrado algunos restos romanos en las cercanías, lo que sugiere que alguna población romana estaba cerca. 

El nacimiento de Santillana tuvo lugar durante la Edad Media, surgiendo alrededor de la Colegiata de Santa Juliana. Originalmente era una ermita, que mediante sucesivos fueros y apoyo de la corona de Castilla fue ganando importancia, obteniendo Santillana el estatuto de villa en 1209, siendo esta época cuando gozó de más poder en la región. En el siglo XIII pasó a depender de la diócesis de Burgos, por lo que la importancia de la colegiata decayó, pero comenzó el desarrollo urbano alrededor de la Plaza Mayor, culminando en los siglos XIV y XV con la construcción de numerosos palacios y torres. En 1445 el rey Juan II de Castilla creó el Marquesado de Santillana, que recaería posteriormente en los Duques del Infantado. Al perder el control directo real, la villa comenzó su decadencia y estancamiento.

Convento de Regina Coeli

Casa de los Villa, a la derecha

Ayuntamiento (al fondo), en la Plaza Mayor

La mayoría de las casa y palacios de Santillana se construyeron durante los siglos XVI y XVII. La ciudad estaba llena de linajes hidalgos, y estos fueron los que se coparon la mayoría de puestos administrativos, mientras que los campesinos tenían que arrendarles las tierras. La villa comenzó a ponerse de moda a mediados del siglo XIX, cuando el turismo aristocrático español eligió Cantabria como su región de ocio. 

En 1889 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico, y en 1927 comenzaron las primeras restauraciones. Las casonas y palacios se estructuran fundamentalmente sobre dos calles, que al final confluyen en la colegiata. Es un pueblo muy pequeño, por lo que lo más cómodo es planificar una ruta subiendo por una de las calles hasta llegar a la colegiata, y luego bajar por la otra. Hay algunas callejuelas más, y si el tiempo acompaña y os sobra tiempo también las podéis incluir, pero lo más importante está en las otras dos principales.

Torre de Don Borja (la que tiene el arco más grande de entrada)

Paseando...

Torre del Merino

Hay que reconocer que la villa es bastante bonita, y está en un estado de conservación fantástico. Pasear por sus calles es trasportarse a unos cuantos siglos atrás, si no fuera por la cantidad de turistas que abarrotan sus calles. Y es que Santillana del Mar está más que explotada, numerosos autobuses llenos de turistas dejarán a estos a la entrada del pueblo, ya sea para verlo o como parte de alguna hipotética ruta para ver también la cueva de Altamira. Así que la villa está muy enfocada al turismo, y prácticamente podremos encontrar cada dos pasos alguna tienda de productos típicos de Cantabria, alguna posada o similar, y varios turistas deambulando de aquí para allá, lo que en un pueblo tan pequeño se nota muchísimo.

Con respecto a las tiendas, no me parece mal que se vendan productos típicos en el pueblo, está claro, pero al final muchas de las tiendas venden exactamente lo mismo (y de las mismas marcas), dan la sensación de ser iguales, y para mi eso le resta bastante encanto, ya que todo queda bastante artificial. No obstante, si buscáis bien todavía se pueden encontrar obradores propios para comprar dulces, como unas riquísimas quesadas y sobaos, y algunas otras tiendas con más encanto y personalidad que la media. 

A pesar de este punto artificioso, creo que Santillana del Mar merece mucho la pena, no está lejos de Santander y en una mañana o una tarde podéis haberla visto por completo, incluido el Museo de la Inquisición, que está bastante curioso. Al resto de sitios no entré, bien porque no se puede, porque estaban cerrados (como la colegiata), o porque tampoco había mucho que ver, pero el pasear por sus calles es imprescindible si estáis por la zona y os gustan los pueblos medievales.

Más paseos entre las callejuelas

Otro rincón de Santillana

Colegiata de Santa Juliana

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