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viernes, 19 de julio de 2013

Ruta por los fiordos noruegos: Bergen

Hace poco tuve la oportunidad de volver a Noruega, país en el que ya disfruté de una estancia de 3 meses hace un par de años por motivos de trabajo. En esta ocasión, el viaje fue igualmente por trabajo, y para ello tenía que desplazarme a Bergen, en el suroeste del país, y ciudad que no pude conocer en mi anterior visita.

Pero además, Bergen se considera la puerta de entrada a los conocidos fiordos noruegos, así que aproveché y me quedé un fin de semana para conocer los alrededores y visitar dos de los fiordos más conocidos de Noruega. Pero de eso ya os hablaré más adelante, vamos a empezar por el principio.

Para ir a Bergen tomé un vuelo desde Barcelona, ya que Vueling viaja directamente hasta allí, por lo que me venía estupendamente. Una vez que aterrizamos en Bergen se me acumularon muchas sensaciones, pero sobre todo tenía una gran alegría de volver a poner pie en territorio vikingo. Tanto es así que casi no noté el primer sablazo, el bus que conecta el aeropuerto de Flesland con el centro de la ciudad (Flybussen), y que cuesta 100 NOK, casi 13€. El trayecto ronda los 30 minutos.

Ya en el centro y con la maleta en el hotel, era el momento de empezar a explorar la ciudad. Según parece, Bergen es una de las ciudades más lluviosas del mundo, pero cuando llegué (un domingo por la mediodía) hacía un día espléndido, tiempo que se mantuvo durante dos días más. La lluvia apareció con fuerza el miércoles y el jueves, pero esos días estuve bastante ocupado en el congreso, y el jueves por la tarde además ya salí de la ciudad, así que pude disfrutar de mis paseos por Bergen con un tiempo fabuloso.

Tenía el hotel al lado de Byparken, donde hay un gran lago. Este parque se encuentra además al lado de la estación de trenes y autobuses, por lo que es una buena zona para alojarse en lo que respecta a los viajes posteriores. Lo primero que hice fue ir hacia el parque por tanto, ya que tenía que cruzarlo para ir al centro y a la zona más conocida de Bergen, Bryggen.

Byparken

Al terminar el parque y cruzar por Olav Kyrres gate, poco después sale una amplia calle peatonal muy transitada que desemboca en Torget, la plaza donde se encuentra Fisketorget, es decir, la Plaza del Pescado. Es una de las atracciones más turísticas de la ciudad, un mercadillo donde se puede comprar pescado y también se puede comer a unos precios elevados, por supuesto. Aunque sea una de las atracciones más típicas, realmente el mercado lo llevan muchos extranjeros; escuché hablar en español, catalán e italiano en varios de los puestos. Yo suelo huir de este tipo de sitios marcadamente turísticos, o al menos, no suelo comprar ni dejarme el dinero, así que no dediqué mucho tiempo al mercado.

Explanada al cruzar Olav Kyrres gate. Al fondo, el teatro

Llegando a Torget

Torget es el epicentro de la actividad en Bergen. Además del Fisketorget, la Oficina de Turismo principal se encuentra aquí, y en verano abre hasta las 22 de la noche. Bueno, hasta las 22 a secas, porque a esa hora en verano NO es de noche. Ni a las doce, ni a la una. Es más, os puedo decir que salvo el miércoles que estaba nublado y nos quedamos varios hasta las 3 de la madrugada por la ciudad, no vi anochecer en Bergen, y en Noruega en general. Siempre había luz.

Torget, el centro de la ciudad

El mercado del pescado

Vista de la cima de Fløyen y las casas de Torget, desde el puerto

El puerto (Bergen Havn) también se encuentra aquí, al lado del mercado, pero no tiene nada que ver. Lo mejor son las vistas de Bryggen, que ya aparece al otro lado. Aunque si os soy sincero, la primera impresión del conocidísimo barrio de Bergen fue... decepcionante. A primera vista, Bryggen se muestra como una hilera de 8-10 casas de madera, muy coloridas y bonitas sí, pero realmente no parece aportar demasiado, si ya has estado en otras ciudades noruegas. Cuando estuve en Trondheim por ejemplo vi varias casas de este tipo, así que no me llamó particularmente la atención.

Bryggen

Bryggen y el puerto, desde el otro extremo de la calle

Pero no hay que dejarse engañar. Al ir paseando por las casas, de vez en cuando aparece un pequeño portal que da paso a un corredor que se adentra entre las casas, y ahí está la verdadera gracia de Bryggen. Estas callejuelas te transportan tres siglos atrás, recreando el modo de vida de los mercaderes hanseáticos que vivían y trabajaban allí. Como ha pasado con muchísimas ciudades noruegas, el barrio ha sufrido varios incendios, y en la actualidad la zona más antigua (un cuarto de las casas) data de principios del siglo XVIII, mientras que el resto son más recientes, aunque construidas al modo tradicional. Podéis subir por las escaleras, pasear por los 2 o 3 callejones que tienen, tomar algo en alguna terraza (me refiero a dentro de las callejuelas, no las que dan al puerto), o si queréis, mirar o comprar algo en las tiendas.

Callejeando por Bryggen

Es como irse al pasado

En la fachada de las casas hay varios bares para tomar algo, aunque ya os aviso: preparad la cartera, que tomar una cerveza (algo menos de una pinta) puede salir por unos 12-13€. Pero como uno no sabe cuándo va a tener la oportunidad de volver allí, y un día es un día, aquí el que escribe cayó y se tomó una cerveza en Bryggen en una terreza con vistas al puerto.

Siguiendo la orilla del puerto en la parte de Bryggen, se llega a Bergenhus Festning, una fortaleza del siglo XIII bastante bien conservada. Tiene un pequeño parque y varios edificios, destacando Håkonshallen, un hall que estaba en reformas pero que abrieron para los que íbamos al congreso, y la Torre de Rosenkrantz (Rosenkrantztårnet), a la que por problemas de horario no pude ir. En el hall, donde se organizó una recepción, me sentí como en cierta boda archiconocida de una serie fantástica. Es muy bonito por dentro, aunque no pude sacar ninguna buena foto. Pero ya os digo que si en ese momento empiezan a sonar The Rains of Castamere, empiezo a correr como si no hubiera mañana y no me ven más por el congreso.

Entrada a la fortaleza

Al lado de Bryggen y volviendo de la fortaleza, por la zona de Øvregaten, hay algunas casitas pintorescas por las que es agradable pasear. Me sorprendió su color blanco. Siguiendo por esta calle se llega al final al funicular donde se puede ascender a Fløyen, una de las colinas que rodean a la ciudad. Otra de las colinas que se puede visitar fácilmente es Ulriken, que dispone de un teleférico. 

Casas blancas cerca de Øvregaten

Como a mi los teleféricos me dan mal rollo, me decidí por Fløyen. Y cuando llegué al funicular, la cola era impresionante. Como tenía tiempo, ya que esa mañana la tenía libre, decidí subir andando, lo que da otra perspectiva a la visita. Creo que más disfrutable y sana, aunque más exigente también. La subida dura aproximadamente una hora a un ritmo aceptable, pero hay pendientes muy bruscas. Había momentos en los que agradecía las escaleras para descansar un poco las piernas. Pero tampoco hay que preocuparse, si queréis ir con calma hay varios bancos por el camino y zonas para coger aire, a la par que admirar las fabulosas vistas de la ciudad. Eso sí, las mejores vistas se tienen desde la cima, donde la panorámica es preciosa, con el océano al fondo y el entramado de islas que rodean a la ciudad fácilmente visibles. En la cima también hay una cafetería, donde podéis reponer fuerzas a un precio bastante comedido.

Subiendo al monte. El ciervo no era de verdad...

Una subida muy agradable. Al fondo se ve el funicular, donde muchos subirían más cómodos

Bergen y las colinas que la rodean a uno de sus lados

El puerto de Bergen y el océano al fondo, desde la cima de Fløyen

Básicamente, ese fue mi recorrido turístico por Bergen, para lo que dediqué aproximadamente día y medio, quizá un poco menos. El resto del tiempo lo pasé en el congreso, o ya dando una vuelta por los mismos sitios, no me pareció que hubiera mucho más que ver. Hay que decir que la ciudad tiene varios museos, pero la entrada es cara, y salvo que se visiten unos 5 el mismo día, la Bergen Card no me salía muy a cuenta, por lo que solo entré al Museo Hanseático, en Bryggen, que explora un poco más la historia hanseática de la ciudad, y permite conocer una de estas casas clásicas por dentro. Me pareció una visita muy disfrutable y recomendable si tenéis más interés en esta zona.

Para terminar, algunos consejos generales. Comer, y en general, vivir en Noruega, es muy caro. Extremadamente caro. Las comidas las solía hacer en establecimientos como los 7-Eleven, Deli deLuca o Narvesen, sitios donde se puede comprar algo de cómica rápida (aunque decente) a un precio más asequible, así como algo de beber, dulces, revistas y algunos artículos básicos. Un café y un bollo para desayunar puede salir por unos 30 NOK (casi 4€) y comer algún bocata y una botella de agua, puede oscilar entre los 70-80 NOK, casi 10€, por lo que es una forma de ahorrar. Si uno se sale de aquí, puede pagar tranquilamente unos 10€ por un desayuno, o unos 30€ por una comida, aunque vaya a un pub a por una hamburguesa y algo de beber. Otra opción es ir a un supermercado y comprar algo de pan y hacerse los bocatas uno mismo, claro. Pero para que os hagáis una idea, el pan ya cuesta entre 2 y 3€.

Igualmente, salir es muy caro. La cerveza más barata la encontramos a 49 NOK (algo más de 6€), y fue todo un descubrimiento. Lo normal es pagar entre 8 y 10€, y si elegís una terraza o un pub por la noche, podéis pagar unos 13 o 14€. Lo digo con conocimiento de causa...

Más casas pintorescas en el centro de la ciudad

Después de pasar 4 días en Bergen y pasarlo estupendamente, el jueves a mediodía cogí un tren para empezar el verdadero viaje. Me pareció una ciudad agradable para pasear, y creo que con un día y medio o dos días, en el caso de que haya mucho interés en ver varios museos, es tiempo suficiente para tener una idea general.

En la siguiente entrada os hablaré del Tren de Flåm y la llegada al fiordo de Aurland.